domingo, 17 de diciembre de 2006

Crímenes Perfectos

AnkhEn 1996, y en Egipto, me enteré de qué cosa era un Ankh.
Nos dirigíamos al Gran Bazar de El Cairo en excursión con la intención de agenciarnos algunos souvenirs con los que al regreso impresionar a la familia, mientras el guía nos describía algunos objetos que encontraríamos y su significado, y nos adoctrinaba sobre la mejor forma de conseguir buenos precios.

Perfectamente conciente de mi absoluta incapacidad para poder regatear con éxito absolutamente nada, escuché con poco interés, mientras miraba por la ventanilla, cómo aquel tipo dedicaba parte de su didáctica charla a la "llave de la vida".
Media hora después me veía extendiéndole a un vendedor 10 dólares por un par de aquellas crucecitas de plata por el mero hecho de poder pagarlas, y por cierto, sin haber intentado conseguir un precio mejor pese a aquellos 'útiles' consejos del guía.
No tenía muy claro a quién regalaría éstas "llaves de la vida", quizás una a cada una de mis primas; al llegar resolvería.

Al regreso olvidé regalarlas a alguna persona (o quizás no lo olvidé), y allí quedaron unos meses, pasando de un cajón a otro de mi dormitorio, y de una casa a otra luego.

Volvieron a aparecer unos años después.
Yo ya me había casado hacía algún tiempo, pero tanto ella como yo conservábamos pedazos de nuestras vidas anteriores desconocidos para el otro, algunos de ellos en forma de objetos guardados en cajitas de esta o aquella mitad del ropero.
Y en una limpieza, de esta mitad del ropero, saltaron los Ankh junto con los recuerdos de aquel viaje, siempre mencionado con extrema cautela por haber sido hecho con mi anterior pareja, y la pareja anterior siempre es un tema jodido, donde cualquier asomo de nostalgia asociado a ella puede acabar en batalla campal.

Se los mostré mientras relataba el significado que tenían aquellas cruces tan particulares, y sobre todo como habían llegado a manos de un ateo redomado como yo.
Nos habíamos casado sin iglesia, ni compromiso, ni alianzas, ni nada, simplemente nos casamos.
Y al verlas ella propuso usarlas a modo de unas alianzas que solo nosotros dos reconoceríamos como tales, "ya que son dos, y son idénticas"....

Así aquellos souvenirs se transformaron en un símbolo de unión entre nosotros; o al menos eso debían ser para dos personas no demasiado afectas a ningún sentimiento místico.
Nos las quitábamos para dormir porque pinchaban, en especial si la noche era agitada, y finalmente con el tiempo ambas volvieron de manera casi definitiva a un cajón, esta vez separadas, una a cada lado de la cama.

Pasaron tiempos buenos y luego malos.
Un día estando ella muy enferma, mientras buscaba ropa que no le quedara demasiado grande a su menguada talla, se encontró con su Ankh, y colgándoselo del cuello me dijo.. "por qué no usás el tuyo?".
Yo creí entender el significado de aquella pregunta, y volví a usarlo a partir de entonces todo el tiempo, quitándomelo únicamente para dormir, y sólo a veces, ya que las noches ya no eran demasiado agitadas.

Fue el único objeto que decidí conservar en recuerdo a ella, mi mitad de aquel símbolo de unión, el único objeto realmente importante que me acompañó cuando cambié de casa y de ciudad para poder seguir viviendo sin ella, cosa que aún intento.

Sentiste alguna vez lo que es
tener el corazón roto,
sentiste a los asuntos pendientes volver
hasta volverte muy loco...

Hace muchísimo calor hoy, así que salí a sentarme al jardín a tomar un whisky, mirar la noche, fumar sin parar, y escuchar "El Regreso", de Calamaro.... y entonces recordé aquel Ankh, el mismo que diez días después de mudarme a esta casa me robaron por olvidarlo en la mesa de luz, por no llevarlo puesto por única vez aquel día en que salí apurado.
Rompieron dos rejas y un vidrio de mi recién estrenada nueva casa para llevarse únicamente dos objetos, uno de ellos el irremplazable Ankh.

Sin saber por qué justamente hoy ese recuerdo me salta a la cabeza cada pocos minutos, dejé el whisky en el piso y entré a escribir ésto a pesar del calor, y es que Calamaro no me deja tranquilo...

si resulta que sí,
si podrás entender
lo que me pasa a mi ésta noche,
ella no va a volver
y la pena me empieza a crecer
adentro,
la moneda cayó por el lado de la soledad
y el dolor.

Ya puedo volver a por mi whisky allá afuera, a tratar de convencerme una vez más que no se trataba más que de un objeto de 5 dólares, de un souvenir barato para turistas que compré hace más de 10 años.
O mejor aún, pensar en cualquier otra cosa.
El calor es insoportable, un poco de lluvia no vendría mal.