sábado, 23 de junio de 2007

El Caballero Rojo

-Viste que murió el Caballero Rojo ?
Esa frase se habrá repetido miles de veces en los últimos días por éstas latitudes.
En realidad quien falleció a los 72 años ha sido Humberto Reynoso, que fue quien le dió vida al personaje.
La noticia francamente me pegó muy mal, me dejó una cierta tristeza en principio difícil de explicar.
Titanes en el Ring fue en mi infancia mi programa preferido, y el Caballero Rojo mi ídolo.
Yo volaba de bronca cuando perdía alguna pelea (aunque casi nunca perdía), para mí estaba claro que el Caballero Rojo era el mejor de todos.
En casa fue un cásico, la cama de dos plazas de mis padres era el ring, yo por supuesto era el Caballero Rojo, mi contrincante, mi hermano, encarnaba a un gladiador inventado por él pero igualmente temible: "El Bebito".


Salado !
Hay alguna historia clásica sobre como hicimos puré buena parte de mobiliario en aquellos combates plagados de patadas voladoras y revoleos varios.

Para la época los Titanes en el Ring tenían un merchandising poco habitual.
Hoy día cualquier macaco de dos pesos tiene su alfajor, sus chicles, sus camisetas, y hasta una película.
En aquel entonces, primeros años de los 70s tal cosa no estaba tan extendida.
De todas formas habían unos alfajores que traían una medalla de plástico de los Titanes, y por supuesto el LP con las canciones que hasta hoy día hacen que se nos piante algún lagrimón. Creo recordar que también hubo algún álbum de figuritas.

Luego todo eso queda atrás casi sin darse uno cuenta cómo, como tantas cosas; pero cada tanto sale en medio de una charla boluda alguna frase tipo "te acordás del Mercenario Joe?", "a mí me gustaba el gitano Ivanoff y la música con que entraba", o el infaltable tarareo... "koreano, koreano, déjale un huesito sanooooo".

Hoy, más de 30 años más tarde me entero que falleció éste señor y aunque hasta ahora ni sabía su nombre me entristece, como si de un tío querido se tratara.
Supongo que porque es un símbolo, supongo que porque con él se ha ido para siempre una parte de nuestra infancia, una parte de nuestros buenos ratos, y sin dudas, casi toda nuestra inocencia.