miércoles, 16 de enero de 2008

Arqueológicas veraniegas

El verano es mala época para pensar, hace demasiado calor; a diferencia del invierno, en que hace demasiado frío.
Evidentemente las épocas ideales para pensar suelen ser la primavera y el otoño, y quizás en alguna de esas dos estaciones me decida a hacerlo alguna vez.
De momento me dejaré llevar por la levedad de los tiempos que corren, y panza arriba y sudoroso me tumbaré en la playa a mirar a la gente desfilar por la orilla y desconectar el cerebro.

Como si de un salvapantalla se tratara, al menos en mi caso, cuando "desconecto", el cerebro no queda en blanco, sino que se pone a hacer alguna tarea innecesaria que yo no controlo, recordar episodios en apariencia olvidados, o elucubrar charlas imposibles o pergeñar planes disparatados, muy asiduamente se dedica a "soñar" despierto.
A veces el cerebro simplemente va tomando nota mental de lo que vaya cruzando por delante de los ojos, como ayer, que se me había dado por mirar viejos y viejas, y especular sobre cómo se verían de jóvenes, buscando ejemplares similares a la vista. A eso le llamo yo estar al pedo como Dios manda!

De pronto descubrí dos cosas, la primera es que mientras hacía eso, tarareaba una canción francesa muy vieja.
La segunda cosa, al tomar conciencia de lo absurdo de mis pensamientos, fue sacar cuentas de por qué estaba pensando en eso, y concluí que había comenzado recordando una foto que me sacaron hace semanas atrás en la playa, y me recordó a mi viejo de joven.
No que yo estuviera igual a él, pero sí un aire en el gesto y las facciones me lo recordaron en esa foto.
De allí en adelante todo el divague que mencioné.

A qué viene ésto ?, es que me encanta irme por las ramas, pero viene a que en la playa, con 40 grados y sudando la gota gorda, entre bikini y bikini, yo cantaba bajito una canción de mi niñez, o anterior más posiblemente, de Charles Aznavour.

En mi casa, entre los discos de pasta y de vinilo, habían algunos que definitivamente me resultaban torturantes, moría del embole con Montand, Aznavour, Sinatra, Dorelli, y varios más.
Era mucho más piola paladear las obras maestras de Palito Ortega o Katunga, qué se le va a hacer.
En mi descargo sólo puedo decir que yo era un niño, y que ahora cuando me pongo melancólico tarareo La Bohème, y no La Conga de Katunga.
Supongo que el tiempo ha puesto las cosas en su lugar.
Sigo sin ser un fanático de tipos como Aznavour, Sinatra sí me gusta cada vez más, pero hemos llegado finalmente al meollo de toda ésta cháchara: incluír aquí un par de canciones viejas que me encantan, La Bohème, de Charles Aznavour, y Fly me to the Moon, de Frank Sinatra.
Y ya está... ahi vamos...