Una noche perfecta
Desde que me planteé venirme a vivir aquí tuve la fantasía de tener una noche como ésta.
Una calma absoluta, una temperatura ideal, un viento suave que ayuda a mantenerse confortable aún cerca del fuego, sin resultar molesto.
Una botella de whisky escocés sin abrir, cigarrillos suficientes para fumar sin la preocupación de que se acaben a medio camino.
Mi hijo jugando en el jardín completamente concentrado en su pelota y el aro de basquet.
El fuego de la parrilla encendido, con carne y un par de morcillas asándose sin apuro alguno.
El jardín en penumbras, el cielo estrellado con algunas nubes; quizá mañana llueva, pero hoy no.
El barrio en silencio, solo el ruido de los árboles y algunos grillos, el sonido de la pelota rebotando y el chisporroteo de las ramas encendiéndose.
Ni siquiera sentí la necesidad de poner música, cosa por demás atípica en mí.
Apuré una parte de la cena para que el enano no se durmiera sin comer, cenó y se durmió en 2 minutos.
Me quedé en silencio tirado en la reposera casi completamente reclinada, con todo el tiempo del mundo para pensar.
Parece que se pudiera respirar más aire de lo normal, parece que los pulmones pudieran inflarse más que nunca.
No sé cuántas veces había soñado con una noche así, perfecta, y hasta hoy por una razón u otra nunca había logrado concretarla.
Pero la mente es difícil de sobornar, nunca parece darse por conforme.
He pasado pensando que mi noche perfecta ya no es lo que yo imaginaba, falta algo más.
Las exigencias cambiaron, no alcanza con la paz, el viento, las estrellas y el ruido del fuego.
Sería perfecta si estuviera ella aquí charlando conmigo.
No necesito ninguna compañía, no me siento sólo, ni deprimido, ni ansioso ni nada. Simplemente quiero estar con ella.
Eso transforma mi nueva noche perfecta en algo inalcanzable.
Ella no está aquí, quizás esté a centenares de kilómetros teniendo su propia noche perfecta ahora.
Cómo me gustaría creer que no, que esa noche sólo sería posible conmigo.
Quizás esta noche sería casi perfecta si yo al menos creyera en eso.
Una calma absoluta, una temperatura ideal, un viento suave que ayuda a mantenerse confortable aún cerca del fuego, sin resultar molesto.
Una botella de whisky escocés sin abrir, cigarrillos suficientes para fumar sin la preocupación de que se acaben a medio camino.
Mi hijo jugando en el jardín completamente concentrado en su pelota y el aro de basquet.
El fuego de la parrilla encendido, con carne y un par de morcillas asándose sin apuro alguno.
El jardín en penumbras, el cielo estrellado con algunas nubes; quizá mañana llueva, pero hoy no.
El barrio en silencio, solo el ruido de los árboles y algunos grillos, el sonido de la pelota rebotando y el chisporroteo de las ramas encendiéndose.
Ni siquiera sentí la necesidad de poner música, cosa por demás atípica en mí.
Apuré una parte de la cena para que el enano no se durmiera sin comer, cenó y se durmió en 2 minutos.
Me quedé en silencio tirado en la reposera casi completamente reclinada, con todo el tiempo del mundo para pensar.
Parece que se pudiera respirar más aire de lo normal, parece que los pulmones pudieran inflarse más que nunca.
No sé cuántas veces había soñado con una noche así, perfecta, y hasta hoy por una razón u otra nunca había logrado concretarla.
Pero la mente es difícil de sobornar, nunca parece darse por conforme.
He pasado pensando que mi noche perfecta ya no es lo que yo imaginaba, falta algo más.
Las exigencias cambiaron, no alcanza con la paz, el viento, las estrellas y el ruido del fuego.
Sería perfecta si estuviera ella aquí charlando conmigo.
No necesito ninguna compañía, no me siento sólo, ni deprimido, ni ansioso ni nada. Simplemente quiero estar con ella.
Eso transforma mi nueva noche perfecta en algo inalcanzable.
Ella no está aquí, quizás esté a centenares de kilómetros teniendo su propia noche perfecta ahora.
Cómo me gustaría creer que no, que esa noche sólo sería posible conmigo.
Quizás esta noche sería casi perfecta si yo al menos creyera en eso.