domingo, 9 de septiembre de 2007

4 meses de abstinencia

Ayer se cumplieron 4 meses desde que dejé de fumar.
Hoy veía el "viciómetro" (ubicado al pie de la columna derecha), y resulta que han sido 6200 cigarrillos menos.
Yo era conciente de lo mucho que fumaba, (más de 2 cajillas diarias), pero vistos así, todos juntos meten miedo.
Hace 4 meses cada cajilla costaba 38 pesos, hoy creo que 46, a casi tres por día sería insostenible.

He pasado de los 3 "Nevada Box" a 2 Beldent de mentol, o sea, he sustituído la chimenea por una actividad rumiante ininterrumpida.
Obviamente por encima de la ganancia en metálico, hay una más importante en salud, y otra aún más relevante en lo espiritual, por no tener que lidiar con algunas culpas derivadas de fumar delante del enano.

Aún después de todos éstos meses, aún me atacan las ganas de encender un cigarrillo, a veces hasta me parece olerlo y saborearlo sin nadie fumando cerca. Cuando ésto ocurre divago sobre mi recuperado olfato detectando quizás algún fumador nocturno paseando al perro de madrugada por mi calle.
También hay ocasiones de excesiva tensión o angustia que "piden" un cigarrillo salvador para canalizar la ansiedad. Pero aunque en líneas generales "se siente bien", no solo la ansiedad encuentra encuentra un vehiculo en el cigarro.

Luego de más de dos décadas de vicio, uno alcanza una cierta simbiosis, el cigarrillo pasa a formar parte de nuestra imagen.
Para cualquier fumador el cigarrillo es una herramienta más en ese juego de entonaciones de voz, silencios, miradas, movimientos corporales, es parte esencial de la gesticulación para relacionarse con los demás.

Personalmente siempre fui bastante tímido, y por allá por los 20 años el cigarrillo me dió cierta ilusión de "aplomo"; aplomo impostado, claro, en base a silencios para exhalar el humo hacia arriba y ganar tiempo para responder, o tener una excusa siempre a mano para desviar la mirada para encender otro, o la de comenzar una charla con un "tenés fuego?".
Está claro que en determinados momentos sacar un Beldent con cara de langa no es lo mismo, un cigarro es un cigarro.
Marilyn difícilmente sería tan citada si hubiese dicho algo tan anticool como "un whisky antes y un chicle de menta después". Es claro que el café, el whisky y el sexo, van mejor con un cigarro que con un caramelo Zabala.

No volvería a fumar (aunque fantaseo a veces con fumar uno y sólo uno), pero está claro que estamos en presencia de un nicho de mercado importante.
Alguien se tiene que poner las pilas e inventar algo para hacer con las manos mientras tomamos un café.



También hay música que va mejor con una cigarrillo.
Serán manías mías, pero hay cosas que van mejor con poca luz y ciertos vicios a mano.
Para muestra un botón, el muchacho tras la guitarra es Joe Bonamassa, el tema el conocidísimo Blues Deluxe, y mientras suena a mí me vendría muy bien algo de humo, a que si.