domingo, 7 de octubre de 2007

Patrimonio uruguayo

Ayer y hoy ha sido fin de semana del Patrimonio.
Ya viene siendo costumbre de los últimos años, donde se abren los edificios de interés histórico o patrimonial, y mucha gente se dedica a visitar distintos lugares aprovechando la ocasión.
El año pasado durante el día del patrimonio se difundió además la obra del Ingeniero Eladio Dieste.

Lo recordaba porque se trata de un nombre difícil de soslayar aquí en Atlántida si hablamos de patrimonio arquitectónico, ya que es autor de la Iglesia Cristo Obrero, indiscutible ícono de la arquitectura nacional y ubicada justamente en éstos pagos.

Tuve el honor de haber sido dibujante suyo durante un par de años.
Don Eladio ya estaba veterano, y el estudio/empresa funcionaba casi solo, o mejor dicho en manos de un par de sus hijos y otros técnicos.
Él seguía siendo indiscutiblemente la cara visible, pero pasados los ochenta años y con una salud que ya le había dado algun problemita, el trabajo de rutina estaba en manos más jovenes.
A él le invitaban a dar charlas, y le habían contactado desde España porque había la intención de "replicar" algunas de sus obras allá en aquel país.

En esas condiciones entré a dibujar para él, y con algunas interrupciones tuve que redibujar algunas de sus iglesias, una la de Atlántida, pero también la de Malvín y la de Durazno.
También una obra nueva de una capilla que se construiría en una estancia en las inmediaciones de Colonia (creo recordar), y que temo que lamentablemente nunca se concretó.

Mientras yo dibujaba, el Maestro se sentaba al lado y conversaba.
Sobre arquitectura, sobre Yepes, sobre tal o cual obra, sobre las maravillosas propiedades de los ladrillos que fabricaban aquí o allá, de la incomprensión europea a muchos de sus planteamientos, sobre su concepción de la liturgia y su forma de influir en ella al proyectar la obra arquitectónica, de sus pocas ganas de seguir viajando a dar charlas a lugares donde parecían no entenderle.

Estando yo allí vino una holandesa de quizás mi edad a aprender del Maestro.
Ella había cruzado medio mundo para conocer al gran Eladio Dieste y a mi me pagaban por sentarme con él a escucharle.

Yo era demasiado joven y un simple estudiante y dibujante, él una imagen demasiado gigante como para haber tenido algún tipo de intercambio, yo simplemente le escuchaba lleno de admiración.
Era un tipo muy educado, con una forma de hablar cordial pero tajante, y el ego que suelen tener los maestros de su dimensión.
Yo flotaba en una nube de pedo cuando elogiaba algún dibujo, aclaremos que a lápiz, nada de AutoCAD por aquellos días.
Era un perfeccionista poco dado a los halagos, pero que de sus labios saliera algo del tipo: "Marcelo, sabe que le ha quedado muy bien?" yo ya sentía que empezaba a hacerle sombra al mismísimo Leonardo Da Vinci.
Luego vino el viaje, y al regresar no le ví más.

Supe de su fallecimiento tiempo después de ocurrido y siempre me sentí culpable de no haberme acercado a los hijos que yo conocí para saludarles, pero ya era tarde.
Hoy quería recordarlo, quizás el más grande, cuestión de opiniones, ojalá por allí nos conocieran más por Dieste y menos por otras cuestiones.