Montevideo me mata
Tener que ir a Montevideo es suficientemente malo; tener que ir a hacer trámites al centro ya es una calamidad.
Ayer tenía ese panorama por delante, cosa que me malhumoraba bastante.
Pero para colmo de males hubo que internar al viejo en La española, lo que transformó un rato de trámites en un día completo en la capital.
Yo soy un recién llegado a Atlántida, hace poco más de un año que vivo acá, luego de 38 años en Montevideo, o sea que soy más montevideano que cualquier otra cosa.
Sin embargo estos meses me han servido para contrastar la vida en ambos sitios desde una óptica diferente.
Uno viviendo allí no es totalmente conciente del desenfreno histérico en el que se vive.
En éste último año he tenido que ir 4 ó 5 veces, casi nunca por cuestiones gratas, y eso posiblemente influya.
Pero además el ritmo es desquiciante, vas llegando tranquilazo y comienzan a matarte a bocinazos, empujones, tipos se te cuelan hasta en la panadería, parece que todo fuera para ayer.
Lo más absurdo es que uno luego los ve llegar aquí de vacaciones y siguen histéricos, apurados por descansar, apurados por ir a la playa, prendidos del celular como si fuese lo que los mantiene con vida, urgidos por desestressarse cuanto antes; transforman las vacaciones en otra forma de stress.
Voy a tener que reconciliarme en algún momento con mi ciudad.
En algún momento tendría que visitarla porque sí, no por obligación, sin horarios ni compromisos.
También debería volver a verla de noche, hace años que no salgo de noche por Montevido.
Queda de deberes.
Canciones sobre Montevideo hay muchas y muy buenas.
Montelevideo me mata de la Tabaré es una de ellas, de allí el título.
Pero hay otra que es a mi entender la más bonita que se haya hecho a esa ciudad, y después de haber andado bastante lejos se resignifica ganando nuevos matices.
Además a mi viejo le encanta, así que ésta va por él también.
Me refiero a A la ciudad de Montevideo de Daniel Amaro, aunque para mi la mejor versión es la de Jorge Bonaldi con Los que iban cantando
Ayer tenía ese panorama por delante, cosa que me malhumoraba bastante.
Pero para colmo de males hubo que internar al viejo en La española, lo que transformó un rato de trámites en un día completo en la capital.
Yo soy un recién llegado a Atlántida, hace poco más de un año que vivo acá, luego de 38 años en Montevideo, o sea que soy más montevideano que cualquier otra cosa.
Sin embargo estos meses me han servido para contrastar la vida en ambos sitios desde una óptica diferente.
Uno viviendo allí no es totalmente conciente del desenfreno histérico en el que se vive.
En éste último año he tenido que ir 4 ó 5 veces, casi nunca por cuestiones gratas, y eso posiblemente influya.
Pero además el ritmo es desquiciante, vas llegando tranquilazo y comienzan a matarte a bocinazos, empujones, tipos se te cuelan hasta en la panadería, parece que todo fuera para ayer.
Lo más absurdo es que uno luego los ve llegar aquí de vacaciones y siguen histéricos, apurados por descansar, apurados por ir a la playa, prendidos del celular como si fuese lo que los mantiene con vida, urgidos por desestressarse cuanto antes; transforman las vacaciones en otra forma de stress.
Voy a tener que reconciliarme en algún momento con mi ciudad.
En algún momento tendría que visitarla porque sí, no por obligación, sin horarios ni compromisos.
También debería volver a verla de noche, hace años que no salgo de noche por Montevido.
Queda de deberes.
Canciones sobre Montevideo hay muchas y muy buenas.
Montelevideo me mata de la Tabaré es una de ellas, de allí el título.
Pero hay otra que es a mi entender la más bonita que se haya hecho a esa ciudad, y después de haber andado bastante lejos se resignifica ganando nuevos matices.
Además a mi viejo le encanta, así que ésta va por él también.
Me refiero a A la ciudad de Montevideo de Daniel Amaro, aunque para mi la mejor versión es la de Jorge Bonaldi con Los que iban cantando
A la ciudad de Montevideo
Casuales casualidades
me llevaron a nacer
en un lugar escondido
tan chatito y tan perdido
que en el mapa no se ve.
Al nacer era tan joven
que no supe comprender
las ventajas hemisféricas;
entrando por Sudamérica
me puse el mundo al revés.
Era el más joven del mundo
por eso me equivoqué.
Por las puertas de mi madre
al Uruguay me enhebré
y en menos que canta un gallo
por apurarme quedé
completamente uruguayo.
Desde entonces ya no pude
ser italiano después
ser inglés o americano,
árabe, venezolano,
español, suizo o francés.
Era el más joven del mundo
por eso me equivoqué.
No tengo rumbo o destino
ni tengo mucho que hacer,
voy cantando mis tangueces
que se parecen a veces
a la ciudad que dejé.
Si de nuevo me tocara
elegir para nacer
elijo el sitio escondido
tan chatito y tan perdido
que en el mapa no se ve.
Elijo Montevideo
aunque no sepa por qué
elijo Montevideo
para poderla querer
elijo Montevideo
para sufrir de tanguez.
Daniel Amaro
(versión Los que iban cantando)