La pianista
Teníamos un piano que ella tocaba siempre, y muy bien por cierto.
Usualmente de noche, sobre todo si el enano dormía en lo de la abuela, porque así dejábamos el apartamento a media luz, tomábamos algo y ella tocaba hasta tarde.
Había pasado algunos años sin tocar, y al volver a hacerlo comenzó con música clásica.
A veces íbamos a la feria de Tristán Narvaja a buscar partituras.
Con el tiempo comenzamos a bajarlas de internet, tanto clásica como rock, jazz, de todo un poco.
Recuerdo que tocaba y cantábamos a dúo Dream a Little Dream Of Me, de Mamma Cass, a veces le daba por Scott Jopplin, a veces Satie, y casi siempre Chopin.
Yo, que no era muy conocedor de Chopin, fui transformando esa música, en especial sus Nocturnos, en un sinónimo de aquellas tardecitas y noches, en que whisky de por medio, ella inundaba la casa de notas.
Me ha llevado largo tiempo lograr escuchar de nuevo a Chopin sin llorar, aunque aún no logro hacerlo sin que se me haga un nudo en la garganta.