Un regreso
Bajé del ómnibus pocos minutos antes de las 5 am.
Vine durmiendo casi todo el trayecto, despertándome cuando el coche frenaba y la inercia me enviaba hacia adelante, o cuando el veterano gordo que venía a mi derecha se dormía y volcaba todo su peso sobre mí.
Yo le daba un empujón con la pierna y el brazo a la vez, y el tipo se despertaba y recobraba su posición por enésima vez, mascullando algo incomprensible que yo interpretaba como algo similar a unas disculpas.
La reunión había terminado pasadas las 2, y en pocos minutos estaba ya en la terminal de ómnibus.
Me dormí parado un par de veces recostado contra las ventanillas cerradas, mientras dejaba pasar casi hora y media de espera hasta que llegó el C4, que salió cerca de las 3:40.
Yo ya perdía las esperanzas de tener transporte hacia casa hasta las 6, o algo así.
Todavía no conozco bien los horarios de los ómnibus, menos aún los nocturnos, mis incursiones periódicas a la capital son una rutina relativamente reciente.
La reunión estuvo buena, la gente ya es conocida y el hecho de seguir concurriendo es consecuencia directa de que lo paso bien.
Creo que en ésta ocasión fuimos en mayor cantidad que en las anteriores, 13 si no me fallan los cálculos.
Poca gente por la calle, me costaba asimilar que se trataba de un día de mitad de la semana, noche de jueves.
Igualmente algo de movimiento había, también en la terminal.
Otros durmientes como yo, recostados contra las paredes o en los bancos, esperando por un transporte que da la sensación de tener menores frecuencias de las ideales.
No sé en que parte del trayecto se llenó el ómnibus, en la terminal subimos alrededor de 10, al despertar por primera vez ya estaba lleno, no sé por dónde íbamos.
Como es costumbre en los oídos la música del reproductor de mp3, con las mismas canciones de siempre.
Ya comienzo a aburrirme, debería cambiarlas, pero siempre pienso en eso a 5 minutos de salir de casa, o en el trayecto, nunca con tiempo suficiente para hacer efectivo el cambio.
Camino despacio las 4 cuadras que hay desde la parada a mi casa.
Hace calor, está nublado y todo brilla un poco como si hubiera llovido, y puede olerse la humedad en las hojas de las plantas.
Es una linda noche, cálida, y la calma es total.
La música la tengo baja, más de lo normal, y solamente se escuchan mis pasos en la calle de tierra, y despacito, una canción que va muy bien con la paz y oscuridad reinantes, la última antes de sacar las llaves y meterme a la casa.
Un napolitano, Pino Daniele, I Got The Blues.
Vine durmiendo casi todo el trayecto, despertándome cuando el coche frenaba y la inercia me enviaba hacia adelante, o cuando el veterano gordo que venía a mi derecha se dormía y volcaba todo su peso sobre mí.
Yo le daba un empujón con la pierna y el brazo a la vez, y el tipo se despertaba y recobraba su posición por enésima vez, mascullando algo incomprensible que yo interpretaba como algo similar a unas disculpas.
La reunión había terminado pasadas las 2, y en pocos minutos estaba ya en la terminal de ómnibus.
Me dormí parado un par de veces recostado contra las ventanillas cerradas, mientras dejaba pasar casi hora y media de espera hasta que llegó el C4, que salió cerca de las 3:40.
Yo ya perdía las esperanzas de tener transporte hacia casa hasta las 6, o algo así.
Todavía no conozco bien los horarios de los ómnibus, menos aún los nocturnos, mis incursiones periódicas a la capital son una rutina relativamente reciente.
La reunión estuvo buena, la gente ya es conocida y el hecho de seguir concurriendo es consecuencia directa de que lo paso bien.
Creo que en ésta ocasión fuimos en mayor cantidad que en las anteriores, 13 si no me fallan los cálculos.
Poca gente por la calle, me costaba asimilar que se trataba de un día de mitad de la semana, noche de jueves.
Igualmente algo de movimiento había, también en la terminal.
Otros durmientes como yo, recostados contra las paredes o en los bancos, esperando por un transporte que da la sensación de tener menores frecuencias de las ideales.
No sé en que parte del trayecto se llenó el ómnibus, en la terminal subimos alrededor de 10, al despertar por primera vez ya estaba lleno, no sé por dónde íbamos.
Como es costumbre en los oídos la música del reproductor de mp3, con las mismas canciones de siempre.
Ya comienzo a aburrirme, debería cambiarlas, pero siempre pienso en eso a 5 minutos de salir de casa, o en el trayecto, nunca con tiempo suficiente para hacer efectivo el cambio.
Camino despacio las 4 cuadras que hay desde la parada a mi casa.
Hace calor, está nublado y todo brilla un poco como si hubiera llovido, y puede olerse la humedad en las hojas de las plantas.
Es una linda noche, cálida, y la calma es total.
La música la tengo baja, más de lo normal, y solamente se escuchan mis pasos en la calle de tierra, y despacito, una canción que va muy bien con la paz y oscuridad reinantes, la última antes de sacar las llaves y meterme a la casa.
Un napolitano, Pino Daniele, I Got The Blues.