El detective
En el terreno de al lado a donde yo vivo, están construyendo una casa.
Comenzaron hace más de un año, y aún no acaban.
De hecho desde enero está parada la obra, cuando ya estarán faltando las terminaciones.
Más de un año de cumbias a todo volumen desde las 7:30 am, incluyendo fines de semana o partidos de fútbol y programas deportivos a grito pelado, todo sonando desde una radio absolutamente mal sintonizada, en donde prima la estática por sobre cualquier otra cosa.
Prontamente decidí hacer buenas migas con los obreros, ésto en invierno es muy solitario, y ya apenas me mudé me robaron.
Tener una obra pegado a casa con gente todo el día podía ser una ventaja, no cualquiera entraría a robar a la vista de la gente trabajando a escasos metros.
De vez en cuando se aparecían a pedir algo, un poco de azúcar, hielo muchas veces, y hasta alguna vez cubiertos para comer, y algunos platos.
Yo sin inconvenientes les daba lo que necesitaran.
A diario yo salía a buscar al enano a la escuela y les saludaba para que supieran que la casa quedaba vacía, y ellos a mí, muy atentos siempre a cualquier movimiento en el barrio.
Hasta que noté que mi leña desaparecia con preocupante velocidad, de a un poco por día.
Cierta vez, regresando, pude ver como un par de aquellos simpáticos trabajadores salían de mi jardín con troncos para su asado de mediodía, y fue el fin de aquel romance.
No quise ir a increparles, no me pareció buena idea enemistarme frontalmente con los tipos, pero ya me quedé resentido.
Algo habrán notado de mi cambio de actitud de todas formas, porque dejaron de venir a pedir cosas, y solo uno siguió saludando. Ningún problema.
En verano sacaron el encofrado, y de pronto a escasos 3 metros del límite de mi terreno se formó una enorme montaña de tablas de obra.
Y cualquier mortal sabe que la madera de obra es la mejor madera para hacer asado.
Y yo, un ciudadano honesto, tenía derecho a recuperar aquella madera "prestada" meses atrás sin mi consentimiento, o no?
Bueno, para hacerla corta me comí un asado con madera de obra, y por cierto, estaba rico.
Para hacerme del botín sin que todo el barrio me viera entrar desde la calle, simplemente usé un hueco en el cerco vegetal que divide ambos terrenos, aunque como me resultaba algo estrecho corté unas ramitas para pasar con facilidad.
Pasaron los días y yo olvidé el suceso, hasta que llegó mi jardinero.
Se trata de una familia en realidad, papá jardinero, mamá jardinera, y tres hijos jardineritos.
Vienen, cortan el césped a toda velocidad y se van sin molestar jamás, me entero por el ruido de las cortadoras.
El padre es además edil local del MPP, y un gordo simpatico y compadrón afecto a las charlas si te pesca fuera de la casa. Pero quedándose dentro uno está a resguardo.
Por eso me extrañó cuando me golpeó la puerta, pero bueno, se justificaba, estabamos ante un eventual plan macabro.
Me llamó con aire misterioso, y mientras rodeábamos la casa me hablaba de ladrones y lo inseguro de la temporada baja.
Entonces se detuvo en seco junto al cerco, y agachándose como quien da con el esquivo rastro de un peligroso oso grizzly me dice: "éstas ramitas que ves en el piso están recién cortadas"
- ajá, contesté sin saber bien qué cara poner frente a las ramitas que yo mismo había cortado días antes
- evidentemente aquí alguien ha estado preparando una pasadita, me dijo (y yo casi creí escuchar que agregaba "mi querido Watson")
- te parece ?, dije tratando de evitar contribuir a la alarma
- seeee, respondió entrecerrando los ojos.
- fa!, dije sin saber bien como terminar con la farsa.
- seguramente piensan entrar por acá al terreno para que nadie los vea
- uuuhhh claaarooo! dije yo ya medio podrido
- quería avisarte para que estés atento a cualquier movimiento raro que veas
- ok, muchas gracias por avisarme, voy a tener cuidado, dije
Y mientras él subía al auto y se iba con el ego hinchado por haber desenmascarado a algún delincuente, yo quedé pensando que con Sherlock cortándome el césped, para el próximo asado voy a tener que quemar también las ramitas delatoras.
Si, ya sé, afanar tablas de asado no es muy honesto, prometo no repetirlo; pasemos a la canción de hoy y deje de mirarme feo.
Sigo con los grupos españoles y las canciones viejitas.
Y como andaba con estos problemas con el terreno lindero, aprovecho a poner una canción de La Frontera que se llamaba "El límite".
Un temazo, de más está decir, aunque no tenga un pepino que ver con el asunto de este post, y ni falta que hace.
Comenzaron hace más de un año, y aún no acaban.
De hecho desde enero está parada la obra, cuando ya estarán faltando las terminaciones.
Más de un año de cumbias a todo volumen desde las 7:30 am, incluyendo fines de semana o partidos de fútbol y programas deportivos a grito pelado, todo sonando desde una radio absolutamente mal sintonizada, en donde prima la estática por sobre cualquier otra cosa.
Prontamente decidí hacer buenas migas con los obreros, ésto en invierno es muy solitario, y ya apenas me mudé me robaron.
Tener una obra pegado a casa con gente todo el día podía ser una ventaja, no cualquiera entraría a robar a la vista de la gente trabajando a escasos metros.
De vez en cuando se aparecían a pedir algo, un poco de azúcar, hielo muchas veces, y hasta alguna vez cubiertos para comer, y algunos platos.
Yo sin inconvenientes les daba lo que necesitaran.
A diario yo salía a buscar al enano a la escuela y les saludaba para que supieran que la casa quedaba vacía, y ellos a mí, muy atentos siempre a cualquier movimiento en el barrio.
Hasta que noté que mi leña desaparecia con preocupante velocidad, de a un poco por día.
Cierta vez, regresando, pude ver como un par de aquellos simpáticos trabajadores salían de mi jardín con troncos para su asado de mediodía, y fue el fin de aquel romance.
No quise ir a increparles, no me pareció buena idea enemistarme frontalmente con los tipos, pero ya me quedé resentido.
Algo habrán notado de mi cambio de actitud de todas formas, porque dejaron de venir a pedir cosas, y solo uno siguió saludando. Ningún problema.
En verano sacaron el encofrado, y de pronto a escasos 3 metros del límite de mi terreno se formó una enorme montaña de tablas de obra.
Y cualquier mortal sabe que la madera de obra es la mejor madera para hacer asado.
Y yo, un ciudadano honesto, tenía derecho a recuperar aquella madera "prestada" meses atrás sin mi consentimiento, o no?
Bueno, para hacerla corta me comí un asado con madera de obra, y por cierto, estaba rico.
Para hacerme del botín sin que todo el barrio me viera entrar desde la calle, simplemente usé un hueco en el cerco vegetal que divide ambos terrenos, aunque como me resultaba algo estrecho corté unas ramitas para pasar con facilidad.
Pasaron los días y yo olvidé el suceso, hasta que llegó mi jardinero.
Se trata de una familia en realidad, papá jardinero, mamá jardinera, y tres hijos jardineritos.
Vienen, cortan el césped a toda velocidad y se van sin molestar jamás, me entero por el ruido de las cortadoras.
El padre es además edil local del MPP, y un gordo simpatico y compadrón afecto a las charlas si te pesca fuera de la casa. Pero quedándose dentro uno está a resguardo.
Por eso me extrañó cuando me golpeó la puerta, pero bueno, se justificaba, estabamos ante un eventual plan macabro.
Me llamó con aire misterioso, y mientras rodeábamos la casa me hablaba de ladrones y lo inseguro de la temporada baja.
Entonces se detuvo en seco junto al cerco, y agachándose como quien da con el esquivo rastro de un peligroso oso grizzly me dice: "éstas ramitas que ves en el piso están recién cortadas"
- ajá, contesté sin saber bien qué cara poner frente a las ramitas que yo mismo había cortado días antes
- evidentemente aquí alguien ha estado preparando una pasadita, me dijo (y yo casi creí escuchar que agregaba "mi querido Watson")
- te parece ?, dije tratando de evitar contribuir a la alarma
- seeee, respondió entrecerrando los ojos.
- fa!, dije sin saber bien como terminar con la farsa.
- seguramente piensan entrar por acá al terreno para que nadie los vea
- uuuhhh claaarooo! dije yo ya medio podrido
- quería avisarte para que estés atento a cualquier movimiento raro que veas
- ok, muchas gracias por avisarme, voy a tener cuidado, dije
Y mientras él subía al auto y se iba con el ego hinchado por haber desenmascarado a algún delincuente, yo quedé pensando que con Sherlock cortándome el césped, para el próximo asado voy a tener que quemar también las ramitas delatoras.
Si, ya sé, afanar tablas de asado no es muy honesto, prometo no repetirlo; pasemos a la canción de hoy y deje de mirarme feo.
Sigo con los grupos españoles y las canciones viejitas.
Y como andaba con estos problemas con el terreno lindero, aprovecho a poner una canción de La Frontera que se llamaba "El límite".
Un temazo, de más está decir, aunque no tenga un pepino que ver con el asunto de este post, y ni falta que hace.